Taxio Ardanaz
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LUZ PERPETUA, Galería Raquel Ponce. Madrid 2013

Divina luz

Es sutil, casi imperceptible, pero está ahí, latente. En la exposición de Taxio Ardanaz (Pamplona, 1978) en la galería Raquel Ponce, la propuesta de Tania Pardo para Jugada a 3 bandas, hay algo de estado de alerta, de tensión ambiental, de catarsis compulsiva. El tono de las pinturas y esculturas tampoco es cómodo. Parece haber ruido entre ellas: un choque de manos, trotes de caballo, cruces y flores, banderas, polvaredas de bombardeos... Intuimos cierta idea de conquista, pero también de violencia. El relato es fragmentario. Vemos imágenes descontextualizadas, aparentemente inconexas, que el artista reproduce apropiándose de las que encuentra en libros de historia, de animales o de la prensa. Fuera de contexto, se relacionan con otras tomadas de su realidad diaria, adquiriendo unas y otras nuevos significados.

La tensión está ahí, entre lo que muestran y lo que ocultan. Dos fotografías, la tumba de Pancho Villa y la mano del general Álvaro Obregón, acotan el terreno que el espectador debe descifrar. Aluden a la revolución mexicana, tema de estudio del artista desde que en 2012 consiguiera la Beca de Residencia en Oficina de Arte en México, y que lleva tiempo relacionando con otro de los intereses que centran su trabajo: las huellas de la Guerra Civil y la historia de sus monumentos. Sobre esa relación giraba su exposición, hace sólo unos meses, en el centro Huarte. Venceremos, se llamaba. Ahora, arroja sobre ellos nueva luz. Luz perpetua, dice el título de esta exposición.

Para llegar al quid de la cuestión hay que viajar hasta 1938, año en que algunos de los zapadores de la XV Brigada Internacional, esos soldados que se dedicaban a tender puentes, construyeron un pequeño monumento en la Sierra de Pàndols, en Tarragona, dedicado a 37 de sus compañeros caídos en combate. Tanto fascinó esa necesidad imperiosa de construir un monumento en un terreno tan abrupto y hostil, lleno de barrancos, en pleno bosque y en plena guerra, que hasta allí se trasladó Taxio Ardanaz para estudiarlo, grabarlo y fotografiarlo. Lo recuerda también en una de las pinturas que vemos aquí. Una construcción que, más allá de la memoria, habla de uno de los temas que más interesan a este artista: de la capacidad del arte para dar respuesta a las necesidades personales y colectivas en resistencia a una realidad siempre adversa.

El mensaje no puede ser más pertinente en momentos como éstos. A este joven artista navarro, discreto e intuitivo, le gustan los lugares donde alguien se jugó el futuro, como hace él con esta exposición. Y con éxito. Lugares de batalla que remiten a la Historia y a las carreteras secundarias que llevan a ella. Taxio Ardanaz habla de la creencia por encima de la adversidad, de un heroísmo cercano, el de quien resiste pese a todo. Del conflicto como algo positivo. Lo vimos, también, en su anterior exposición en Madrid, en RMS El Espacio en 2011. Se titulaba Forlorn Hope, un término militar que hace referencia a los soldados que toman la primera posición en el asalto a un puesto enemigo. Posición peligrosa como la de estancarse en la rutina y perder la fe en que las cosas pueden cambiar. Estamos, dice la exposición entre líneas, condenados a la esperanza.

 

Bea Espejo // El Cultural, 10/05/2013